La dicotomía virgen-puta es un patrón en el inconsciente colectivo que ha causado mucho sufrimiento tanto en mujeres como en hombres durante ya mucho tiempo. Esta “forma pensamiento”
consiste en la creencia machista de que para que un hombre permanezca al lado de una mujer y le dé su “protección” o pertenencia al entorno social, ella tiene que representar el molde de virginidad y virtud doméstica o bien ser una encarnación de la madre abnegada y entregada al sistema familiar, no sin los ingredientes tóxicos de la queja, la represión, el chantaje, la manipulación y el sufrimiento. Es decir, la mujer legítima se entrega en cuerpo y alma o mejor dicho da su vida como moneda a cambio de pertenencia al entorno social. El papel de la legítima es sin duda, odiar, excluir, devaluar y llevar al ostracismo a “la otra”, mirarla con asco y sobre todo con mucha superioridad. Ella mira en su espejo a la que le roba al marido, la prostituta, la poco refinada o inferior socialmente, pues esa mujer no ha pagado por su pertenencia a través de la sumisión legitimada, ella, no ha renunciado a su sexualidad y eso tiene un precio elevado en el patriarcado-matriarcado. Sin embargo, el marido también es un personaje titiritezco de éste drama de telenovela, Él ha convertido a su mujer en el sustituto de su madre, de quien no ha hecho su individuación y busca novias fuera del entorno para seguir siendo el eterno adolescente y representar al macho sexualizado que está forzado a probar su masculinidad con la promiscuidad, pero que en realidad busca el amor de su progenitora, que no tuvo, porque la Señora fue en su momento o la legítima o la otra y en este caso en ninguno de los dos papeles una mujer se sentirá plena y feliz y por ende no podrá pasar a sus hijos e hijas esa mirada y ese amor que se espera de una mujer Conciente y realizada, porque representando alguno de estos dos papeles la legítima indignada o la otra señalada, una mujer indiscutiblemente NO puede ser feliz. Ambos roles someten a la mujer a una quema de brujas, o bien al encierro monjil o bien a la lapidación verbal y a la indiferencia social. La otra , esa mujer que se quedó atrapada en la relación de sus padres, muchas veces hija de un hombre promiscuo, obviamente esposo de su madre, la legítima y amante de otras, ésta mujer se identifica con esas otras, con las amantes, con su destino difícil de exclusión, de ser el plato de segunda mesa, de ser la ladrona, la mala, la condenada y se convierte entonces en ese arquetipo en su vida adulta, ella, es atraída por parejas que le representan a la pareja de sus padres o bien dicho al trío dramático y repite entonces la maldición y así se puede seguir generaciones enteras, desde muchísimo tiempo atrás, hasta que alguien haga conciencia y pare con amor y valentía la misoginia y misandria que hacen que una pareja no pueda serlo y por ende se reproduzca la infelicidad y el odio en la descendencia. En ambos roles hay misandria, es decir odio a lo masculino o a los hombres, pues la legítima se vende, se prostituye, se sacrifica a cambio de no ser sometida al yugo de la misoginia, que es el odio a lo femenino o a las mujeres y la otra, representa también a una mujer que se vende, porque ve en el hombre a ese padre ausente, a ese padre traicionero e infiel y por lo tanto, renuncia a entregarse a una relación en la que haya un compromiso porque en el fondo teme profundamente al hombre, le tiene rencor porque hizo sufrir a su madre o bien porque fue una especie de salvador patrocinador que no puede golpear o llegar borracho a casa, simplemente porque tiene otra casa con la legítima y así ella y sus hijos están a salvo de soportar, aguantar y sufrir la violencia machista en el hogar.
¿Cómo trabajar éste patrón?
Las mujeres pueden comprender que el valor que se dan a sí mismas sólo depende de ellas, no del entorno social, que su virtud no corresponde a ser validada por el hombre que tienen a lado, sino por ellas mismas, que estar “casada” no es un pasaporte a la aceptación social, que su sexualidad es sagrada y al sanarla dejan de espejear en las otras mujeres a esa prostituta que se encuentra en ellas, pues sin duda se están vendiendo, buscan un hombre no por lo que Él representa en su alma sino para pertenecer a un sistema y estar “seguras y protegidas” en lo económico y social, entonces otro de los puntos es ser independiente y autónoma, esto aplica también para la otra que muchas veces está con ese hombre por protección aunque la moneda de cambio sea ser escondida y negada, a la vez que odiada por la familia legítima del hombre, en ambos casos las mujeres no creen en sí mismas, en que pueden autosostenerse y realizarse. Para liberarse de esta dicotomía también hay que sanar la sexualidad, reconfigurarla y trabajar para exorcizarse de todas esas creencias misóginas que las mismas mujeres tienen de su sexualidad, todas esas ideas religiosas que fueron insertadas desde la temprana infancia haciéndola ver como ciudadana de segunda y como la encarnación del pecado. Hay que lavar con desinfectante energético todas esas aberraciones mentales acerca de lo femenino, pues son las mismas mujeres las que lo siguen perpetuando pasando la información tóxica de madres a hijas, de abuelas a nietas, de tías a sobrinas etc. Hay que trabajar en soltar la misandria, comprender que los hombres que han atraído inconscientemente están también atrapados en esos patrones y que sufren y pagan el precio de vivir ese drama, entonces, hay que dar un lugar en el corazón a los ancestros varones y comprender que existen hombres individuados, conscientes y libres que pueden comprometerse y amar a una mujer y que si ella suelta estas programaciones por ende ese espejo llegará a su vida nítido y amoroso. Hay hombres por supuesto, que no están inscritos en este sistema de pensamiento machista, pero para congeniar y vibrar al nivel de uno de ellos hay que también independizarse emocionalmente y en todos los ámbitos de esas creencias que hemos estado mencionando, es decir, del machismo que está en las mujeres. A veces el sistema familiar se opondrá con todas sus fuerzas a que una mujer se libere de la represión machista y cuando lo haga y encuentre o la encuentre su hombre que también se ama a sí mismo y a ella, ésta mujer tendrá que RESISTIR el ataque del sistema porque éste inconscientemente querrá que ella siga perpetuando el odio al hombre, viéndolo como un banco, un esclavo trabajador que solo sirve para dar dinero o estatus. Cuando una mujer ama de verdad a un hombre por lo que Él es, por su alma, el sistema familiar misándrico y misógino la querrá obligar a regresar al antiguo patrón y aquí es dónde está la prueba de fuego: RESISTIR, serse fiel a sí misma y al amor que proyectó en su espejo, su pareja. Una mujer realizada, autosuficiente, con una sexualidad consciente y libre de apegos y que no depende de las formas pensamiento medievales de una sociedad machista, misógina y misándrica de ninguna manera caería en alguno de los dos roles terribles de la legítima esclavizada o la otra vilipendiada. En su caso, estaría con un hombre entregado que le refuerce y le espejee su autosuficiencia y por ende comparta con ella, porque la ama a ella, a su alma, a su Ser, porque Él también se siente amado por lo que ES, no por un rol y un convenio social, porque la sexualidad es la respuesta natural al amor entre los dos, porque Él estará feliz de verla libre y realizada en su destino y ella a Él, porque no son personajes de una telenovela barata, son dos Seres que se acompañan y se complementan en equidad y amando uno del otro la masculinidad y feminidad, porque están creando algo juntos, algo nuevo, algo de otro nivel vibratorio, fuera de ese egregor machista que sigue manipulando cerebros y vidas. ¿Y qué otra cosa no es eso que la Alquimia sagrada?
Te invito reflexionar sobre éste patrón de sufrimiento y a salir de Él a partir del Amor a ti misma o a ti mismo. Feliz salto hacia la Conciencia.
Claudia Mtz Jasso.
SanArte 4