Mi amada y bellísima abuela materna.
Veo tu belleza del alma.
Veo tu sensibilidad.
Veo en tus ojos verdes el canto de los jilgueros.
Veo en tu sutileza la presencia felina que da tanta paz.
Veo tus risas la canción del consuelo.
Veo en los recuerdos de mi mente a tu hogar como el orden de las geometrías sagradas
Y la pureza de dimensiones elevadas
Veo también tu resiliencia, el dolor de las palabras burdas y la ignorancia de un ego distorsionado y letal que no te derrotaron.
Veo tu lucha y tu triunfo.
Veo la guerrera Sabia que has sido.
Veo la Maga, la sanadora, la llena de dones que nos cobija con su sabiduría.
Veo y honro tu destino.
Que afortunada he sido de ser tu nieta.
Que nutrición tan adelantada a tu época y que regalos místicos me has hecho abuela.
Y que todo lo que entró por tus oídos y hoy yo guardo en mis tripas, lo convierto en flores y en fragancias.
Lo convierto en gritos y sobre todo abuela en palabras sanadoras. En dulces palabras para oídos que sufren injurias y malevolencias.
Así te honro abuelita mía.
Te honro con mi voz en las consultas, con la voz del consuelo y la esperanza.
Te honro en mis límites, en mis NOS.
Te honro cuando de estar agazapada, rompo el aire, rompo el viento y bailo como a mí se me da la regalada gana.
Así te honro.
Abriendo la boca abuela. Te honro abriendo la boca, aunque tenga miedo y quiera quedarme callada. Aunque me duela.
Te honro yéndome, cerrando las puertas para siempre de aquellos que no ven la belleza del Alma.
Te honro viviendo en paz.
Te honro en mi jardín, comulgando con la Divinidad en cada colibrí que me vuela en la cara.
Te honro siendo feliz, porque tu querida abuela me enseñaste la dignidad.
Gracias por bendecirme desde el cielo en el que siempre habitaste y habitas.
Mi querida vuela materna, Graciela.
Gracias por tanta magia.
Tu nieta
Claudia.