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Nunca más violarás mi intimidad sagrada

Fui adiestrada en la obediencia ciega, en una rigidez esculpida por la norma religiosa y la Arimanhía dictatorial de turno en este planeta.

Yo sólo era una niña y ya con ello se daba por entendido que los demás, los adultos podían entrometerse mucho más allá de mis límites personales y derechos humanos más básicos. Esto no es fácil de entender para alguien que no sufrió de la cosificación. Sé que puedo ser malinterpretada, pero es que hoy, de verdad, ni siquiera es que me esté quejando. Simplemente enuncio y ya sin emoción, como se le trata a una persona que aparte de femenina es “diferente” al resto y es que esa diferencia radica en no ser maleable y sumisa porque mi vientre está hecho de fuego. Yo quiero que mis hijos confíen en mí. No deseo educarlos para obedecer. No quiero repetir la historia de que no esté en los planes que ellos sean felices, sino que cumplan, únicamente que cumplan. La gente, en general, las amigas de mi Madre, de mi Padre, la familia creen que tienen el total derecho de opinar sobre mi vida y les parece muy grosero que me resista a sus juicios. He sido condenada por no cumplir con el plan militar y religioso que tenían para mí, simplemente por el hecho de que eso me daría la pertenencia a mi familia. Mis tíos, tías se han comportado como los dictadores que tienen el derecho de invadir mi intimidad, mis elecciones de pareja, mi vida sexual, mi forma de hablar, de vestir, de Ser. El qué dirán es la tortura psicológica, psíquica, Álmica en la que me han abarrotado. Tengo que cuidar todo el tiempo que no se avergüencen de mí. He estado encerrada en una jaula psíquica toda mi vida. Que entrometidos ¿No? Y ya sé, ya lo sé, a ellos les hicieron lo mismo. Estamos manipulados, pero eso no quita que hoy yo sienta una opresión en mi pecho y un dolor profundo en mi garganta. Algo me buscaban, mi Madre buscaba en mis cajones una prueba de mi pecado. Algo me buscaban, algo querían encontrar. Como a una criminal. Algo tiene mal esta niña. Es sospechosa. Es muy sospechosa. Es algo extraño que sea alegre, que esté feliz, que sea empática. El problema aquí es que mi soledad es tremenda. Como me gustaría que mi tribu me respetara, que no se entrometiera que yo no tuviera que pagar el precio del control, la sospecha, la re-victimización, el machismo, el cargar, para poder contar con el amor o la presencia de mi familia. Pero más que Seres amados han sido mis jueces, mis más crueles jueces. Me violaron. No me he sentido amada por quien yo soy. Me han visto como una mala persona, cuando en realidad mi gran diferencia es que no quiero participar en esa red de prejuicios y control. La presión que han ejercido a veces deseo confundirla con apoyo o real interés en mi bienestar, pero en realidad lo que desean es que no me suelte de su control. Y eso, me da mucha tristeza. Mucha. Mucha tristeza. ¿Cómo se siente el amor incondicional? ¿Cómo se siente el respeto? ¿Cómo se siente el amor verdadero? ¿Cómo se siente mirar a los hijos desde una adultez conciente, sin sectas, instituciones violentas detrás, sin egoísmo? ¿Cómo se siente acompañar a alguien desde la madurez? ¿Cómo se siente estar fuera del abuso? Hoy ilumino mi sombra familiar y hago la Alquimia. Veo el miedo de los que antes han sido asustados por el vicio y que en algún momento confundieron mi empatía y libertad con enfermedad. Y sigo, sigo caminando hacia la luz con la fe por delante y pidiendo a la Divinidad con todas las fuerzas de mi corazón que me guie para soltar esos patrones de control, sospecha e intromisión con los más pequeños y acompañarlos a la virtud sin poseerlos ni ignorar sus Almas. Tomo lo que me han dado pues comprendo que ha sido desde el miedo y rompo con lo viejo para dejarle a este mundo una nueva información, la de la libertad y LA INTIMIDAD EMOCIONAL Y ESPIRITUAL que tanto necesitamos. Nos urge, la necesitamos. Pongo paredes psíquicas a mi hogar interno y de ahora en adelante hay una puerta que hay que tocar con respeto para llegar a mí.
Atentamente
Las mujeres de la nueva Tierra.

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